Seguro que has leído u oído el concepto jardín zen varias veces a lo largo de tu vida. Pero tal vez, aunque te hagas una idea, no sepas exactamente en qué consiste. Por ello, te contamos las principales características de estos peculiares jardines para que te hagas una idea de su significado. Además, si te interesa el sector de la jardinería y la decoración de exteriores, te recomendamos que eches un vistazo al máster online en paisajismo. Presta atención.
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¿Qué es un jardín zen?
En primer lugar, vale la pena remitirse al idioma del que proviene la palabra zen, para destacar que su traducción al castellano es meditación. Así que ya te puedes imaginar cuál es la motivación principal de los diseñadores de estos jardines. Pero que se utilice esta palabra definir estos jardines no solo tiene que ver con el paisajismo, sino también con una filosofía de vida más amplia. Nos referimos a la del budismo zen, el cual fue introducido en Japón durante el siglo XII, procedente de China.
Esta variante del budismo tradicional se hizo bastante popular entre los samuráis. No en vano, la relacionaban con los procesos reflexivos y disciplinarios tan apreciados en su modo de vida. Asimismo, los japoneses emplean la palabra karesansui para definir a este tipo de jardines.
Por consiguiente, no tienes que relacionar estos jardines solo con sus diseños, sino como parte de una filosofía vital basada en la espiritualidad. Son, por tanto, composiciones creadas para generar un ambiente de tranquilidad y armonía. Y sirven, a grandes rasgos, para fomentar una contemplación que permita la relajación necesaria para los procesos de sanación de la mente a través de la meditación.
Características de un jardín zen
Se trata de unos jardines que evocan, a escala, paisajes más amplios. De hecho, algunos de los originales estaban pensados para que pudieran ser contemplados desde alguna plataforma, como si fueran una especie de maquetas.
Intentan plasmar una muestra de lo que es la asimetría de la naturaleza, la cual van a representar con componentes más pequeños. Son, por definición, zonas ajardinadas áridas o secas.
Por lo general, no se aporta agua a un jardín zen, salvo en algunos que contienen estanques. Esto no quiere decir que este elemento no esté representado. Lo va a estar por medio de la arena o de la grava, que son los componentes esenciales de estos jardines. La arena es más habitual cuando son diseñados para interiores. Por su parte, la gravilla resulta más frecuente en los que han sido creados en exteriores. Ten en cuenta que es más difícil que se vuele o se deshagan las formas que hagas en ella.
Los componentes de estos jardines tienen unos significados muy particulares. No en vano, la arena y la grava vienen a equivaler a ese vacío tan grande que hay en el planeta. Un vacío que puede ser interpretado como el mar. Por eso, es habitual que en los jardines zen aparezcan ondulaciones en estas superficies, como las olas.
Las piedras y las rocas, por su parte, se asocian a otras figuras. Nos referimos a las que se relacionan con la asimetría que tan especial hace al medio natural. Pueden representar animales, personas, monumentos, etc. Son las cosas que particularizan el orden natural. Y lo mismo podemos señalar acerca de las plantas. Estos jardines no sobresalen por ser exuberantes o floridos, sino más bien por lo contrario. Combinan más las plantas que crecen junto a las rocas, como pueden ser los musgos. Aunque también puede haber alguna que añada un poco de esa distinción particular que hace especial al mundo. Por ejemplo, un bonsái, un helecho o troncos, que también tienen su protagonismo.
Finalmente, los senderos tienen mucha importancia en esta clase de jardines, pues marcan los caminos vitales que te van a sugerir seguir.
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¿Qué se necesita para hacer un jardín zen?
En primer lugar, has de tener claro que no estamos hablando de superficies grandes. Al fin y al cabo, se trata de tener un rincón donde puedas representar esta escala del mundo a medida. Las dimensiones han de llegar a un máximo de 10 x 30 metros. Si no se dispone de espacio para él en un porche, puede prepararse dentro de casa. Incluso hay quienes se han hecho los suyos en las terrazas o los balcones.
Si se ha planificado para interior, este espacio se va a convertir en un refugio espiritual. Entonces tiene que separarse claramente del resto de espacios y elementos que haya por el domicilio. En este sentido, va a venir bien ayudarse de unas tablas de madera.
Una vez definido cómo queda el contenedor, hay que introducir la arena o la gravilla. Luego, colocar las rocas y piedras en pequeños grupos que transmitan una sensación de equilibrio.
Por último, coger el rastrillo y realiza formas sobre la arena. Además de simular las olas marinas, contribuyen a la sensación de calma que se persigue cuando generas uno de estos espacios.
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Razones para tener un jardín zen
Cuando se monta un jardín de este tipo en casa, el objetivo final es poder dedicarse, de vez en cuando, a la meditación o el mindfulness. Asimismo, al ser un espacio sin ruido, invita a realizar actividades como el yoga, relajarse y conectar con uno mismo.
Así pues, la sola contemplación de estos paisajes a escala transmite armonía que, sin duda, va a resultar de una gran utilidad para combatir el estrés que se acumulan en las actividades laborales de cada semana.